Supongo que en algún paraje lejano y silencioso del cosmos, existe el ánima taciturna de un hombre que se esconde entre los oscuros
anaqueles de la biblioteca Universal. Una existencia inquieta llena de conocimiento
que intenta gritar su nombre en los susurros del viento, buscando que “postmortem” se descubra el rostro del autor de
una puntualizada obra conocida cómo:
la Biblioteca Mítologica. Hasta hoy ningún alma mortal, o chaman en trance ha logrado escuchar su súplica.
Dentro de los grandes nombres clásicos que han logrado atravesar los muros
de las eras, existe un gramático, historiador y mitógrafo griego llamado
Apolodoro de Atenas que vivió entre Atenas y Pérmago durante los años c. 180 a. C.- 119 a. C. Le inmortalizó su obra que consiste en: un tratado Sobre
los dioses y un opúsculo sobre el Catálogo de naves inserto en la Ilíada;
lo suficientemente importante como para que Estrabón se sirviera de esta fuente
en su trabajo Geografía. Bueno, si… es importante. También unas Crónicas en versos sobre la cronología de la historia de Grecia desde la caída de Troya
hasta el 144 a. C. Escribió además, varias obras de gramática y crítica. Varios estos...,
varios aquellos..., pero ninguna cómo su famosa Biblioteca Mitológica.
La Biblioteca Mitológica es un extenso trabajo compuesto por cuatro tomos,
que recopila con un extensivo lujos de detalle, la mitología griega
tradicional, desde los orígenes del universo, contando la historia de todas las
grandes dinastías de la mitología heroica y episodios relacionados con los
principales héroes y heroínas, hasta la Guerra de Troya.
La obra la conservamos hoy de forma incompleta, pues el tiempo no fue benigno
para parte del tercer y el cuarto tomo.
Gracias a los estudios del helenista Richard Wagner (1885) pudieron ser encontrados siete epítomes (resúmenes
de la obra, útiles para conocer el contenido de una obra perdida) contenidas en
Codex Vaticanus 950. A pesar de éstas
ausencias sigue siendo pilar referencial para los clasicistas desde la época de
su compilación hasta la actualidad, influyendo así, en la literatura sobre el
mundo clásico.
Esos manuscritos apreciados por la cultura occidental, fueron escritos por
un hombre que, al parecer cansado de tanto escribir a mano, lo firmó Apolodoro;
sin pensar que una obra tan rica, con una firma tan escueta conllevaría penosas
consecuencias. Siendo así, y dadas la circunstancias de que Apolodoro de Atenas
también trabajaba temas mitológicos, se
le agenció el reconocimiento de su autoría
al historiador equivocado; inmortalizando la figura de Apolodoro de Atenas con
mayor preámbulo.
“-¿Y el verdadero autor?
-Pues bien, gracias. ¿Cómo estás tú?”. O sea, ¿¡a quién se le ocurre?! Al menos debió poner que era de Rodas, de Tebas, de algún lugar, el que fuera; pero que se identificara entre los demás. "Como no puede haber dos Apolodoro, José, María y Jesús, que hayan dedicado su tiempo al trabajo de recopilación mítica, pues la lógica dice que debía ser el mismo”. Seguro que si al morir enterraron sus restos en un ánfora mortuoria, esta se bambolea cada vez que mencionaban su obra bajo otro autor.
-Pues bien, gracias. ¿Cómo estás tú?”. O sea, ¿¡a quién se le ocurre?! Al menos debió poner que era de Rodas, de Tebas, de algún lugar, el que fuera; pero que se identificara entre los demás. "Como no puede haber dos Apolodoro, José, María y Jesús, que hayan dedicado su tiempo al trabajo de recopilación mítica, pues la lógica dice que debía ser el mismo”. Seguro que si al morir enterraron sus restos en un ánfora mortuoria, esta se bambolea cada vez que mencionaban su obra bajo otro autor.
No es hasta que llega Carlos Robert
en 1873 , a quien seguramente nuestra ánima lacónica y taciturna en lo más
profundo de los anaqueles de la biblioteca le llamó “Robby” o “Charlie”, en agradecimiento a su gestión, que ¡EUREKA!, encontró imposible que fuera Apolodoro de
Atenas el gran autor de la Biblioteca Mitológica. "No compañeros, el autor es otro
Apolodoro, un Apolodoro cualquiera".
Al menos podían llamarle “Dolo” o “Apo” en reconocimiento cariñoso a su trabajo, pero no. El no podía ser Apolodoro porque ya
tenemos uno, él será Pseudo-Apolodoro, porque aun cuando su obra sea más importante
de que la de Apolodoro de Atenas, ya tenemos uno, y dos es muy confuso para la historia.
Esta vez, seguro, que su cuarteada ánfora oculta en las catacumbas bajo carreteras, rieles de trenes subterraneos y múltiples edificios, se hamaqueó, se cayó y se rompió.
Bueno, quedamos los que aunque le digamos el Pseudo-Apolodoro (por qué no sabemos como más), lo hacemos
con respeto y admiración ( por eso, saco el tiempo para escribir estas líneas).
Les presento un enlace que cubre y pone a nuestra disposición de forma completa la
magnífica Biblioteca Mitológica de Pseudo-Apolodoro.
interesante es decir poco compañera
ResponderEliminarque pena el poco cuidado que se tenía con lo que ahora serían joyas de la cultura, y nos quedamos sin saber quien fue!!!
ResponderEliminarEn honor a Pseudo-Apolodoro!
Saludos!!!
Lo importante fue su obra, seguro que a estas alturas al tal Apolodoro que sepamos o no quién fue le trae bastante sin cuidado... los que viven en el Hades no tienen memoria, como bien sabes
ResponderEliminarque obras tan intresantes escribianen aquellos tiempos, seguro que abra que ahondar mucho para saber a ciencia cierta , aquien se le deben los escritos
ResponderEliminar