martes, 15 de octubre de 2013

El ánima anónima de Pseudo-Apolodoro



Supongo que en algún paraje lejano y silencioso  del cosmos, existe el  ánima taciturna  de un hombre que se esconde entre los oscuros anaqueles de la biblioteca Universal. Una existencia inquieta llena de conocimiento que intenta gritar su nombre en los susurros del viento, buscando  que “postmortem” se descubra el rostro del  autor de  una  puntualizada obra conocida cómo: la Biblioteca Mítologica. Hasta hoy ningún alma mortal, o chaman en trance  ha logrado escuchar su súplica. 

Dentro de los grandes nombres clásicos que han logrado atravesar los muros de las eras, existe un gramático, historiador y mitógrafo griego llamado Apolodoro de Atenas que vivió entre Atenas y Pérmago  durante los años c. 180 a. C.- 119 a. C.  Le inmortalizó  su obra que consiste en: un tratado Sobre los dioses y un opúsculo sobre el Catálogo de naves inserto en la Ilíada; lo suficientemente importante como para que Estrabón se sirviera de esta fuente en su trabajo Geografía. Bueno, si… es importante.  También unas Crónicas en versos sobre la cronología de la historia de Grecia desde la caída de Troya hasta el 144 a. C. Escribió además, varias obras de gramática y crítica. Varios estos..., varios aquellos..., pero ninguna cómo su famosa Biblioteca Mitológica.  

La Biblioteca Mitológica es un extenso trabajo compuesto por cuatro tomos, que recopila con un extensivo lujos de detalle, la mitología griega tradicional, desde los orígenes del universo, contando la historia de todas las grandes dinastías de la mitología heroica y episodios relacionados con los principales héroes y heroínas, hasta la Guerra de Troya. 

La obra la conservamos hoy de forma incompleta, pues el tiempo no fue benigno para parte del tercer  y el cuarto tomo. Gracias a los estudios del helenista Richard Wagner (1885)  pudieron ser encontrados siete epítomes (resúmenes de la obra, útiles para conocer el contenido de una obra perdida) contenidas en Codex Vaticanus 950.  A pesar de éstas ausencias sigue siendo pilar referencial para los clasicistas desde la época de su compilación hasta la actualidad, influyendo así, en la literatura sobre el mundo clásico. 

Esos manuscritos apreciados por la cultura occidental, fueron escritos por un hombre que, al parecer cansado de tanto escribir a mano, lo firmó Apolodoro; sin pensar que una obra tan rica, con una firma tan escueta conllevaría penosas consecuencias. Siendo así, y dadas la circunstancias de que Apolodoro de Atenas también trabajaba temas mitológicos,  se le agenció el reconocimiento  de su autoría al historiador equivocado; inmortalizando la figura de Apolodoro de Atenas con mayor preámbulo.

 “-¿Y el verdadero autor? 
-Pues bien, gracias. ¿Cómo estás tú?”. O sea, ¿¡a quién se le ocurre?!  Al menos debió poner  que era de Rodas, de Tebas, de algún lugar, el que fuera; pero que se identificara entre los demás. "Como no puede haber dos Apolodoro, José, María y Jesús, que hayan dedicado su tiempo al trabajo de recopilación mítica, pues la lógica dice que debía ser el mismo”. Seguro que si al morir enterraron sus restos en un ánfora mortuoria, esta se bambolea cada vez que mencionaban su obra bajo otro autor.  

 No es hasta que llega Carlos Robert en 1873 , a quien seguramente nuestra ánima lacónica y taciturna en lo más profundo de los anaqueles de la biblioteca le llamó “Robby” o “Charlie”, en agradecimiento a su gestión, que  ¡EUREKA!,  encontró imposible que fuera Apolodoro de Atenas el gran autor de la Biblioteca Mitológica. "No compañeros, el autor es otro Apolodoro,  un Apolodoro cualquiera".  

Al menos podían llamarle “Dolo” o “Apo” en reconocimiento cariñoso a su trabajo, pero no. El no podía ser Apolodoro porque ya tenemos uno, él será Pseudo-Apolodoro, porque aun cuando su obra sea más importante de que la de Apolodoro de Atenas, ya tenemos uno, y dos es muy confuso para la historia.
  
Esta vez, seguro, que su cuarteada ánfora oculta en las catacumbas bajo carreteras, rieles de trenes subterraneos y múltiples edificios,  se hamaqueó, se cayó y se rompió
 

Bueno, quedamos los que aunque le digamos el Pseudo-Apolodoro (por qué no sabemos como más), lo hacemos con respeto y admiración ( por eso, saco el tiempo para escribir estas líneas).  Les presento un enlace que cubre y  pone a nuestra disposición de forma completa la magnífica Biblioteca Mitológica de Pseudo-Apolodoro.