domingo, 26 de mayo de 2013

El Puente de los Suicidas en Cornell University- Ithaca, NY

Nunca había estado más cerca del suicidio hasta llegar a hacer mi postgrado en la Universidad de Cornell. Aparte de ser reconocida como una Universidad de corte Ivy League, entre las más reconocidas de forma general en mundo, también tiene su leyenda negra, que no es tan leyenda como se quiere proyectar por las administraciones de la Universidad.

La leyenda tiene como punto de partida la entrada a la Universidad. Para acceder a la misma es necesario cruzar por un hermoso puente por el que  debajo atraviesa un río. Los cuentos narran que muchos estudiantes se han lanzado al vacío desde su borde para encontrar la muerte en brazos del agua y las rocas; de ahí su apelativo, el Puente de los Suicidas (Cornell carga sobre sus hombros el estigma de la tasa más alta de suicidios en Norteamérica)




¿Qué puede conducir a un ser humano a cometer tal acto de desdén contra su vida? En el caso de la vida universitaria, por la cual yo atravesé, puede haber sido el mal manejo de varias situaciones nuevas a las que se enfrenta el nuevo estudiante.

Cuando se recibe el sobre de aceptación,  cargado de documentos para completar, el corazón comienza a palpitar muy fuerte, y con cada latido se acercan las ilusiones de un cambio de vida rico en aprendizaje, prestigio y experiencias enriquecedoras, no es que no vayas a verte de cara con estas tres musas, pero es que en ese momento no se consideran los fantasmas que también se asoman.

Hablo por mí, estudiante de lengua materna hispana, aun cuando el idioma nuevo sea familiar, la lengua vernacular llama cada vez que es se hace imposible comprender un material en tiempo record, como todos los materiales de estudios en un curriculum de una Universidad que pretende mantener uno de los estándares académicos más altos,  por su complejidad, cantidad y, para colmo, variedad idiomática.

Cuando uno se marcha a otro lugar se va solo consigo mismo. Los días festivos tradicionales, los eventos familiares y los miembros que la componen, el calor humano y la red de apoyo, quedan atrás; llenándose las paredes de silencios incomodos que trepan por las emociones positivas cubriéndolas con sus ramas de soledad.

Puede ser que se esté acostumbrado a ser el mejor de la clase sin mucho esfuerzo, a que profesores y compañeros reconozcan tus capacidades, a tener tiempo para ocio y pasatiempos, independientemente de cuantas clases tengas matriculadas en un semestre, encontrarse con lo contrario, luego de tanto, para muchos puede ser una experiencia traumática que si no se lleva a buen término puede destruir la autoestima y romper las ilusiones futuras. Todo esto sin contar que si no se está acostumbrado a climas de Menos 12 Fahrenheit, la frustración puede ser alimentada por el frío, la nieve y la escasa luz solar.

Estos son algunos de los espíritus que asechan a la vida de estudiante de postgrado en una universidad como Cornell (entre muchas otras). Aun cuando atravesé por cada una de estas situaciones, nunca consideré quitarme la vida, pero ese soy yo, que tiendo a ser práctico y realista. No todos contamos con los mismos mecanismos  de defensa, sin entrar a dudar sobre la  capacidad intelectual de la persona, y su forma de ver la vida con el vaso lleno, medio lleno, medio vacío o vacío es dimentral en el manejo de sus emociones. Ese es un aspecto que cada persona debe considerar al tomar la decisión de irse lejos a estudiar, el analizar si se está preparado para tantos cambios de una vez. Justo antes de que comenzara a trabajar en el laboratorio de mi mentor, un estudiante de doctorado concluyó su vida abruptamente en las aguas del río bajo este puente, no fue el primero, tampoco el último. Tres años después de graduarme, visite a mi Alma Mater, y me encontré cruzando en mi carro un puente relleno a tope de vayas de alambre que impedían acercarse a la orillas. No creo que sea necesario entrar en más detalles de que pudo haberles obligado a sobreproteger hasta afear la entrada de un hermoso campus universitario.

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