Una ráfaga de viento abrió de par en par el ventanal, había vencido, y celebraba haciendo volar todos los papeles formando múltiples tornados. La lluvia, aprovechando el vuelo de la cortina, encontró una oportunidad para descubrir un nuevo lugar, cayendo en picada sobre la loza. <<¿Dónde estaba? ¿Cómo podía ser posible? ¿Cuándo paso? >>
Le había dejado sola, en una fortaleza tan grande, que
hasta el silencio se perdía entre los pasillos y habitaciones. Desconcertada,
buscó en las gavetas de su escritorio, examinó en la estantería de libros sus
ediciones predilectas, su sello, su lacre, su sombrero, y no pudo encontrar
nada; ni siquiera una nota de despedida.
No entendía, o más bien no deseaba comprender; pues no
había que entrar en detalles de por qué se
había marchado. -La culpa la tiene Hadrien. ¡No fue mi culpa!-gritó sollozando-
No fue mi culpa, Maximino.
El resplandor de un relámpago alumbró con momentánea intensidad el despacho. El dorado borde relució
y alcanzó a observar su rostro reflejado en el espejo. Se encontró a si misma
ajada y vieja, afeada… <<Imposible>> pero su mente se apoderaba del
espacio según inhalaba y exhalaba con violencia, manifestándose a gusto y gana,
jugando con sus sepultados miedos.
Tenía conciencia de que no envejecería jamás, que no
había forma de que su belleza se desvaneciera con el paso del tiempo, pero no
importaba, su reflejo le decía que envejecía, que se marchitaba en la soledad
de una eterna noche de tormenta. <<No es mi culpa>>.
Se dejó caer sobre el diván desparramándose como agua
que se vierte de un ánfora sobre el suelo. Ese diván sería el testigo de muchas
noches de divagaciones, de fríos y silencios. Algo firme golpeo su espalda. Sus heladas manos alcanzaron un pesado libro entreabierto por un
marcador; un ramillete de arándanos se había aplastado contra las páginas al soportar su peso. No podía ser casualidad… algo así en el interior de un libro
olvidado sobre su diván. Sintió terror de observar el contenido, con el ramo de
arándanos era suficiente mensaje, pero la incontrolable curiosidad suicida le
llevó posar su mirada agitada sobre las páginas del libro.
Los arándanos, habían manchado con su zumo violáceo el
centro de las hojas. Antes de enfocar su
empañada mirada, tomó su pañuelo y limpió el residuo, regando aun más la traslucida
mancha. Los bordes estaban pintados a
mano con intensos colores y figuras que hacían referencia a sus letras. Con
miedo enfocó el título: Nono cerchio- Tradimiento.
-¿Tradimiento? No, no fue mi culpa. Hadrien tiene la culpa. Maximino, tiene la culpa.- Mientras el viento helado congelaba la habitación, sentía como su piel se quebraba, bajo la capa de escarcha.
Me encanta como relatas. excelente texto y contenido. Abrazo..=)
ResponderEliminarMuchas gracias! Me halagas. Hice un corto relato sobre uno de los personajes secundarios de una novela que estoy desarrollando.
ResponderEliminarAbrazo